Se enmarañan las sensaciones en mi cuerpo, me eriza la piel todo recuerdo de tiempos pasados; quisiera gritar alto, pero mi alarido es sólo silencio, como los cantos de mi alma, tan silentes como la muerte, tan fríos como el camino al averno, tan quietos como el corazón muerto del mundo al que me enfrento.
Raptada de una tierra de verdes pastos y frescas sombras me siento, y olvido, cual Perséfone en la eterna sombra, todo lo que una vez tocaron mis manos y descubrieron mis ojos.
Mis recuerdos exhalan un último suspiro mientras las alas rotas de mis brazos flaquean sin poder remontar una última corriente. El viento azuza mi cuerpo y siento como mi alma agoniza y cae al va

Sucumbo al poder de unos dioses a los que hace años habría hecho frente, hacia los que habría dirigido la lanza de mis entrañas sin haber temido por el destierro; pero mis manos están cansadas, y la guadaña de la muerte en mi interior ensombrece lo que años atrás fue valor. Me postro a los pies de esos dioses, miserables y bastardos que vejan mi espíritu y lo escupen sin pudor, y miran desde sus tronos altivos como lloran sangre las puntas de mis dedos, como la vida se desliza por mi cuerpo y fluye hacia la nada. Y en verdad es su regocijo el que me da aliento eterno y sed de una venganza que me quema en el vientre, pero el Tiempo sacude de su cabeza los últimos granos de arena y entonces muero.
Muero. Como cada vez que me veías y no me mirabas, como cuando tus dedos no rozaban mi cuerpo, como cada vez que me ganaba la ira y destrozaba tu vida para luego suicidar la mía.
Y ahora recuerdo y me pierdo en los bosques y los verdes prados que ondean al sol de un otoño eterno, y me quieren tus manos, me busca tu boca, tus ojos profundos me sostienen y vuelvo a tener alas, que crecen enormes de los jirones de mi alma.
Y ahora estoy viva y te siento en la cálida luz del día, entre los colores de ocaso distingo tus ojos y cada vez que le viento susurra es tu voz la que me invita a volar en su etéreo cuerpo.
Renazco entre retales de recuerdos, bendecida por tus ojos y emergiendo de las cenizas.